14 may 2011

Para hablar en paz con nuestros padres



Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te lo ha ordenado, para que disfrutes de una larga vida y te vaya bien en la tierra que te da el Señor tu Dios. Deuteronomio 5:16

A continuación encontrarás siete consejos útiles para establecer un diálogo efectivo con los patrones de la casa:

1- Cuando tengas algún pedido, problema o queja. No dejes pasar la oportunidad de expresarla en la ocasión apropiada. De lo contrario podrías estar alimentando resentimientos.

2- Habla de la situación en privado, de manera que papá o mamá no se sientan atacados ni obligados a cuidar las apariencias.

3- Después de dejar en claro tu cariño, usa el “yo” y no solo el “tú” en las afirmaciones, porque de lo contrario sonarán como acusaciones, que solo conducen a la defensa y a contra acusaciones.

4- Ve al grano. Sacar a la luz cosas del pasado que no tienen relación con el punto que se está abordando solo sirve para hacer sentir peor a la otra persona, o para acumular argumentos, lo que nunca ayuda.

5- Escuchándolos con atención. No “adivines” lo que van a decir. Puedes equivocarte. Habla de una cosa a la vez. No acumules reclamos.

6- No compares a tus padres con nadie más. Ellos son los mejores del mundo porque son los únicos que tienes.

7- Es todo un arte que dos generaciones, con tantos cambios culturales, tecnológicos y sociales, puedan establecer un diálogo real. Que haya paz en casa requiere esfuerzo, sensibilidad y obediencia al Señor. Tienes la promesa del Rey de que te irá mejor si tú haces la aparte que te corresponde

Punto de reflexión:

¿Cómo puedo aplicar estos consejos útiles para llevarme mejor con mis padres?

Yo Confío


Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza. 1 Timoteo 4:12

Timoteo creyó que era demasiado joven para la tarea que se le encargaba. Supongo que fue por eso que Pablo lo animó a seguir adelante en su juventud. Muchas de las veces nosotros mismos nos ponemos obstáculos que tienen que ver con el número de serie de nuestros documentos de identidad.

Y consideramos que debido a nuestra edad no podremos lograr aquello que Dios nos ha llamado a hacer. Creemos que somos muy jóvenes y que no seremos capaces de hacer las mismas cosas que una persona mayor. Y nos conformamos con creer que la madurez espiritual vendrá con la edad. Pero la realidad posee otra dimensión.

Dios quiere usarnos a ti y a mí. Nuestra juventud es una herramienta muy poderosa. No tenemos que temer ni siquiera cuando alguien ponga en duda nuestro accionar a causa de nuestra juventud.

Algunas personas con pocas luces en su cerebro creen que ser un joven cristiano es lo más aburrido que puede haber. Pero la realidad es que nuestra juventud es algo muy valioso y debemos dedicársela completamente a Dios sin que nos importe lo que digan los demás acerca de nosotros. Porque nosotros sabemos que ser cristiano es una decisión que cambió toda nuestra vida.

Tenemos que ser jóvenes de acción y decisión para que seamos un ejemplo en donde quiera que estemos. Recordemos que nuestra juventud es una gran etapa para dedicársela al Señor para conquistar a nuestros amigos y familia. Ser joven significa que en nuestra vida tomemos decisiones por Cristo y que lo hagamos vivo en nuestra vida cada día.

12 may 2011

Nunca Caigas


Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse. (2 Timoteo 2: 15)

Muchos han estado jugando cuando se trata de la Palabra. Sostienen que son gente de fe en público. Pero en privado nunca abren la Biblia. Entonces, cuando vienen los tiempos difíciles y tratan de permanecer en la Palabra, caen en su vida espiritual.

Bueno, el tiempo de estar jugando se ha terminado. Es tiempo de que comprendamos que la verdadera fe involucra acción. Santiago 2:20 dice que la fe sin obras (o la acción correspondiente) es muerta.

Si quieres la clase de fe que te mantenga de pie cuando otros caen a tu alrededor, necesitas tomar alguna acción en lo que se refiere a la Palabra.

En primer lugar, necesitas estudiar. Tu puedes estudiar la Palabra de muchas maneras. No solamente puedes leerla, puedes profundizar en ella con concordancias, diccionarios griegos y hebreos, y otras guías de estudio. Todavía más, si tienes una grabadora, puedes pasar la mitad del día escuchando grabaciones de enseñanzas. Es sólo una manera de estudio, pero es poderosa.

La segunda cosa que necesitas hacer es ir donde la Palabra se predica. Cuando Romanos 10:17 dice “la fe como resultado de oír”, está hablando sobre la Palabra predicada. Siempre que comienzo a sentirme rodeado de problemas y se hace difícil escuchar a Dios, dejo todo y encuentro algún lugar donde pueda oír la predicación de la Palabra. He recibido más respuestas de Dios de esa manera de las que puedo contar. Aunque el predicador no haya hablado acerca de algo que esté remotamente relacionado con el asunto con el que estoy luchando, alguna Palabra de las Escrituras comienza de repente a llevar mis pensamientos en cierta dirección. Ahora comprendo: “¡Esa es la respuesta a ese problema con el que he estado tratando durante las últimas seis semanas!”

En tercer lugar, necesitas comenzar a confesar la Palabra que has oído. Encuentra la promesa de Dios que trate acerca de su situación y entonces declárala en voz alta como si ya hubiese sucedido en tu vida.

Toma la Palabra de Dios seriamente. Estúdiala. Ve y escúchala predicar. Confiésala. Conviértete en el obrero diligente que el mismo diablo mire con temor y diga: “¡Ahí está un creyente que no juega a la iglesia!”

Lee y Medita: 2 Pedro 1:3-10

5 may 2011

Cuando alguien te haga un mal.


Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño. Lucas 10:19

¿Alguien te ha agraviado? Tarde o temprano a todos nos sucede. En algún momento de nuestra vida, todos hemos sido heridos, engañados, o nos han mentido o maltratado.

Es tan predecible como doloroso a pesar de todo, cuando sucede, la mayoría de nosotros nos encontramos extrañamente desprevenidos. En nuestra indignación, clamamos a Dios contra aquel que nos ha hecho mal. Pedimos justicia, o aun venganza, y terminamos haciendo que las cosas se vuelvan más espinosas para todos los que están involucrados, incluso nosotros mismos.

Si eso te ha ocurrido, es hora de que descubras cómo puedes poner el poder de Dios a obrar a tu favor la próxima vez que alguien te haga un mal.

Primero: ¡Identifica al enemigo! Es aquí donde la mayoría de nosotros cometemos nuestra más grande equivocación. Erróneamente identificamos a nuestro enemigo como la persona que nos lastima. No pierdas tu energía gritando y enfureciéndote, o tramando contra quien te causo dolor. Él está simplemente bajo la influencia del diablo. Apunta tu munición espiritual al blanco correcto. Es el diablo quien está detrás de todo. ¡Ve tras él!

Segundo: ¡Dispara! Una vez que hayas apuntado tus armas espirituales en la dirección correcta, ¡dispara! Golpea al diablo rápido y furiosamente con la Palabra de Dios. Usa el nombre de Jesús y el poder que te ha sido dado como creyente e impídele al diablo que te cause más daño en esa área.

Luego procede a la próxima y más importante parte de esta batalla espiritual.

Tercero: haz la oración de intercesión. En Mateo 5: 44-45, Jesús nos da estas instrucciones: “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos.” El clamar para la venganza de Dios golpee como un rayo cuando alguien nos hace mal no es actuar como nuestro Padre. Recuerda que Dios tiene gran, gran misericordia. ¡No solo por ti y por mí, sino por todos!

El diablo probablemente lo pensará dos veces antes de volver a molestarte. La próxima vez que alguien te cause dolor, debes poner el poder de Dios a obrar a tu favor. Identifica al verdadero enemigo. Golpéalo fuertemente con la autoridad que te ha sido dada como hijo de Dios. Luego ora la oración de intercesión.

Lee y medita: Mateo 6:6-15