5 mar 2011

Superación


Por eso, sigamos aprendiendo más y más, hasta que lleguemos a ser cristianos maduros. Dejemos de ocuparnos de las primeras enseñanzas que nos dieron acerca de Cristo, y no sigamos hablando de cosas simples. Dejemos de hacer lo malo, sigamos a Cristo, y dejemos de pecar para no morir. Ya sabemos que debemos confiar en Dios. Hebreos 6:1 (BLA)

El esfuerzo que realizo en esta vida, los desvelos y las tareas que me gustan y las que no, traerán su recompensa. Lo que hago siempre puede verse como una rutina. Pero cuando lo hago con un propósito claro, la rutina se transforma en disciplina de crecimiento. Mi vida se supera. Me alegra ver a las personas que me acompañan en el camino de la vida y doy gracias a Dios por toda esa gente. Son como voces del cielo que me dicen ¡Bien Hecho! ¡Vamos por más!
Otras voces parecen venir de abajo. O por lo menos abajo me quieren. Parecería que les molestara mi éxito y no quieren que me supere. Yo decido no escucharlas. Si solo me señalan aquello que creen que es imposible o me juzgan de manera terminante sin tener toda la información, prefiero no perder el tiempo con ellos. Claro que si alguien se me acerca con amor y me señala un error, eso también me impulsa a superarme. Aunque puede ser incomodo que me señalen una falla, agradezco ese esfuerzo de venir a mostrarme algo en lo que puedo crecer.
Sé que al mejorar incomodo a otros que no mejoran. Pero prefiero no dejarme contagiar por la MEDIOCRIDAD de los demás. Al final, no podré ayudarlos si estoy en el mismo nivel que ellos, así que aunque momentáneamente parezca que los estoy abandonado, lo hago pensando en beneficiarlos más tarde y en cumplir con lo que Dios me ha llamado a hacer.
Siempre existirán obstáculos, pero la verdadera superación consiste en enfrentarlos y cobrar ante ellos nuevos bríos. En esta vida nada bueno es fácil. Todo lo que vale la pena requiere perseverancia y paciencia hasta ser alcanzado; es entonces cuando la superación se hace sublime, se aleja de toda vanidad y soberbia, y nos produce el gozo interior de acercarnos cada vez más a la cima que venimos persiguiendo.

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