14 may 2011
Para hablar en paz con nuestros padres
Yo Confío
12 may 2011
Nunca Caigas
Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse. (2 Timoteo 2: 15)
Muchos han estado jugando cuando se trata de la Palabra. Sostienen que son gente de fe en público. Pero en privado nunca abren la Biblia. Entonces, cuando vienen los tiempos difíciles y tratan de permanecer en la Palabra, caen en su vida espiritual.
Bueno, el tiempo de estar jugando se ha terminado. Es tiempo de que comprendamos que la verdadera fe involucra acción. Santiago 2:20 dice que la fe sin obras (o la acción correspondiente) es muerta.
Si quieres la clase de fe que te mantenga de pie cuando otros caen a tu alrededor, necesitas tomar alguna acción en lo que se refiere a la Palabra.
En primer lugar, necesitas estudiar. Tu puedes estudiar la Palabra de muchas maneras. No solamente puedes leerla, puedes profundizar en ella con concordancias, diccionarios griegos y hebreos, y otras guías de estudio. Todavía más, si tienes una grabadora, puedes pasar la mitad del día escuchando grabaciones de enseñanzas. Es sólo una manera de estudio, pero es poderosa.
La segunda cosa que necesitas hacer es ir donde la Palabra se predica. Cuando Romanos 10:17 dice “la fe como resultado de oír”, está hablando sobre la Palabra predicada. Siempre que comienzo a sentirme rodeado de problemas y se hace difícil escuchar a Dios, dejo todo y encuentro algún lugar donde pueda oír la predicación de la Palabra. He recibido más respuestas de Dios de esa manera de las que puedo contar. Aunque el predicador no haya hablado acerca de algo que esté remotamente relacionado con el asunto con el que estoy luchando, alguna Palabra de las Escrituras comienza de repente a llevar mis pensamientos en cierta dirección. Ahora comprendo: “¡Esa es la respuesta a ese problema con el que he estado tratando durante las últimas seis semanas!”
En tercer lugar, necesitas comenzar a confesar la Palabra que has oído. Encuentra la promesa de Dios que trate acerca de su situación y entonces declárala en voz alta como si ya hubiese sucedido en tu vida.
Toma la Palabra de Dios seriamente. Estúdiala. Ve y escúchala predicar. Confiésala. Conviértete en el obrero diligente que el mismo diablo mire con temor y diga: “¡Ahí está un creyente que no juega a la iglesia!”
Lee y Medita: 2 Pedro 1:3-10
5 may 2011
Cuando alguien te haga un mal.
¿Alguien te ha agraviado? Tarde o temprano a todos nos sucede. En algún momento de nuestra vida, todos hemos sido heridos, engañados, o nos han mentido o maltratado.
Es tan predecible como doloroso a pesar de todo, cuando sucede, la mayoría de nosotros nos encontramos extrañamente desprevenidos. En nuestra indignación, clamamos a Dios contra aquel que nos ha hecho mal. Pedimos justicia, o aun venganza, y terminamos haciendo que las cosas se vuelvan más espinosas para todos los que están involucrados, incluso nosotros mismos.
Si eso te ha ocurrido, es hora de que descubras cómo puedes poner el poder de Dios a obrar a tu favor la próxima vez que alguien te haga un mal.
Primero: ¡Identifica al enemigo! Es aquí donde la mayoría de nosotros cometemos nuestra más grande equivocación. Erróneamente identificamos a nuestro enemigo como la persona que nos lastima. No pierdas tu energía gritando y enfureciéndote, o tramando contra quien te causo dolor. Él está simplemente bajo la influencia del diablo. Apunta tu munición espiritual al blanco correcto. Es el diablo quien está detrás de todo. ¡Ve tras él!
Segundo: ¡Dispara! Una vez que hayas apuntado tus armas espirituales en la dirección correcta, ¡dispara! Golpea al diablo rápido y furiosamente con la Palabra de Dios. Usa el nombre de Jesús y el poder que te ha sido dado como creyente e impídele al diablo que te cause más daño en esa área.
Luego procede a la próxima y más importante parte de esta batalla espiritual.
Tercero: haz la oración de intercesión. En Mateo 5: 44-45, Jesús nos da estas instrucciones: “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos.” El clamar para la venganza de Dios golpee como un rayo cuando alguien nos hace mal no es actuar como nuestro Padre. Recuerda que Dios tiene gran, gran misericordia. ¡No solo por ti y por mí, sino por todos!
El diablo probablemente lo pensará dos veces antes de volver a molestarte. La próxima vez que alguien te cause dolor, debes poner el poder de Dios a obrar a tu favor. Identifica al verdadero enemigo. Golpéalo fuertemente con la autoridad que te ha sido dada como hijo de Dios. Luego ora la oración de intercesión.
Lee y medita: Mateo 6:6-15